Por Julio César Iglesias, CFA
Las discusiones sobre la reforma pensional se han enfocado en proponer mejoras al texto publicado por el gobierno. Pero casi siempre bajo la lógica de que su objetivo central, que es marchitar el ahorro individual y fortalecer Colpensiones, es inmodificable.
Permítanme mencionar algunos aspectos de la discusión por los que considero que no es posible mejorar el sistema pensional atacando el ahorro privado o impidiendo que una buena parte de los trabajadores tengan ahorro privado.
Y que marchitar el ahorro privado empeorará el sistema por más que intentemos incluir mejoras parciales en un texto que nace viciado por tener un propósito errado.
El primer aspecto tiene qué ver con las mejores prácticas globales.
Islandia, Países Bajos y Dinamarca, tienen los tres mejores sistemas pensionales del planeta, de acuerdo al ranking global más reputado que es publicado por la firma Mercer.
Esos tres países, precisamente, lideran también el ranking global, que calcula la OCDE, de mayor ahorro pensional como porcentaje del PIB.
No sólo eso, han aumentado sustancialmente durante la última década su ahorro como proporción del PIB.
Países Bajos, que a veces es puesta como modelo de la reforma que propone el gobierno, tiene 213 % de ahorro pensional sobre el PIB. Y lo ha duplicado como porcentaje del PIB en cuestión de 20 años.
Colombia apenas ronda el 30%.
Y nos proponen, no solo que dejemos de aumentar ese ahorro como hemos hecho, sino que lo reduzcamos.
No es posible tener un buen sistema pensional, sostenible y justo, con menos ahorro o con peor ahorro.
Y eso lo saben esos países. Y otros, que antes desconfiaban del ahorro privado, como China, y que ahora entienden que frente al declive demográfico no queda otra ruta.
Menos ahorro y peor ahorro
Y resalto aquello de peor ahorro porque el gobierno propone no solo marchitar el volumen del ahorro, sino el poco que quede, ahorrarlo peor.
Y ahí entra la importancia de la propiedad privada.
La función social de la propiedad privada, que en esta discusión se ignora sistemáticamente, pero que es el aspecto, a mi juicio, más relevante.
Ahorro pensional, pero privado
Sin ahorro pensional, pero además, sin ahorro pensional privado, propiedad no del Estado sino de cada trabajador, es imposible mejorar el sistema.
Tres razones por las cuales el ahorro privado es crucial:
La primera, porque establece una barrera a la tentación permanente de usar el ahorro pensional de manera discrecional.
De hecho esta misma propuesta reforma demuestra que esa tentación es muy peligrosa.
Como ha dicho el presidente, el propósito de la reforma es entregarle al gobierno la mitad o más de las cotizaciones que hoy entran a cuentas individuales.
¿Qué impide que este o futuros gobiernos y congresos usen como gasto el poco ahorro que nos deje esta reforma?
La reforma nos deja con menos contrapesos institucionales para evitar ese escenario.
De hecho, el artículo 24 que reglamenta el fondo de ahorro estatal, de manera insólita, deja en manos del gobierno reglamentar la desacumulación. O sea, deja a discreción del gobierno el decidir cuándo gastarse el ahorro.
La segunda razón es que sin derechos de propiedad personales sobre los recursos ahorrados, es imposible distribuir de manera justa las rentabilidades o beneficios de ese ahorro entre aquellos que lo han construido.
Prueba de ello es este texto que acaba de radicar el gobierno para el primer debate en el Senado. Que trata con crueldad a los trabajadores expuestos a la informalidad laboral, al desempleo o a aquellos que han salido voluntariamente del mercado laboral.
Pues los pone, de manera muy injusta, a subsidiar al Estado y a otros actores del sistema pensional.
La lógica de «al caído, caerle».
Y también es imposible ajustar las inequidades que se van descubriendo. Por ejemplo, en el texto original se proponía que el pilar semicontributivo arrancara a los 65 años para hombres y mujeres.
Se dieron cuenta que implicaba dilatar la recepción de beneficios pensionales hasta en ocho años para las mujeres. Afectándolas desproporcionadamente.
Por eso en este texto, modifican ese parámetro y lo ponen en 60 años.
El problema es que esa modificación también afecta desproporcionadamente a las mujeres, porque reduce de forma muy importante el valor del beneficio de la renta vitalicia, al extender el periodo de pago.
Ajustan una inequidad y se genera otra, la cuadratura del círculo.
Y finalmente, la tercera razón, es que sin ahorro privado se presenta una distorsión del deber fiduciario.
Como el ahorro ya no será de cada trabajador, sino del Estado, el deber fiduciario cambia. Ya no se servirá los intereses de los trabajadores sino del Estado.
Y eso significa peores rentabilidades de los recursos, peor diversificación, o lo que es lo mismo, más riesgo. Es decir, peor ahorro.
Más y mejor ahorro privado, es decir, el camino opuesto al que propone esta reforma, es el necesario para tener un sistema más sostenible y justo.
Por eso invito a los congresistas a rechazar este texto, porque mientras aceptemos el dogma que nos propone, el de marchitar el ahorro privado, seguiremos discutiendo sobre cómo hacer menos mala la reforma pero no sobre cómo hacer una reforma que le sirva a los colombianos.