Redacción Invelat
El tuitero «Barriga de Sapo» publicó este sábado un hilo en Twitter muy curioso y entretenido, que además ayuda a entender por qué, contrario a lo que muchos creen, los colombianos hoy pueden acceder a mejores y más baratos bienes de consumo que hace algunos años.
Y es que enfrascarse en discusiones académicas, con gráficos, montones de datos y evidencia, para demostrar por qué el capitalismo y el libre mercado son claves para impulsar el desarrollo de Colombia, casi siempre es estéril a la hora de convencer a los escépticos.
Lo que sí puede resultar más efectivo son las historias, como la que de manera maravillosa hiló «Barriga de Sapo» (@juanmgiraldor en Twitter) sobre la compra de una bicicleta.
A continuación reproducimos la historia, que está disponible en la cuenta de Twitter de Barriga de Sapo:
«En el 2003 compré mi primera bicicleta de montaña, una «gama baja» que costó 700.000 pesos. Era una de las más baratas del almacén y me duró casi 5 años Hoy, 18 años más tarde, volví a repetir la operación: comprar una buena y barata para empezar a montar.
«Como el dólar está un 35% más caro que en 2003 y la inflación acumulada es + del 50% en estos 18 años, esperaba un 85% de incremento como mínimo. Teniendo en cuenta que estas bicicletas «gama baja» son mejores me preparé para un 100% de más.
El dólar de ese momento estaba caro -2.800- y el salario mediano, muy distinto al salario regulado, era de 300.000 pesos. Es decir que para conseguir el valor de la bicicleta tocaba trabajar 2.3 meses con ese ingreso. Hoy en la tienda me sorprendieron las nuevas marcas, su porte, su estilo, las llantas, los colores modernos. Las «gama baja» de hoy se ven mejor que las gama altas de antes. Luego de un par de preguntas técnicas encontré la adecuada y con la timidez del comprador que no sabe lo que quiere formulé el muy temido: «¿Y cuánto vale?»
Pero mis predicciones estaban más equivocadas que el criterio de un petrista. La poderosa nave había actualizado misteriosamente su precio y ahora valía 640.000 pesos. El vendedor notó mi cara de sorpresa y rápidamente se ofreció a darme un pequeño descuento si pagaba en efectivo. El negocio estaba saldado.
Haciendo los cálculos con el salario mediano de hoy -que está en 817.000 pesos-, vemos que el acceso a una buena bicicleta es otra cosa. Alguien que tenga ese ingreso -es decir el colombiano mediano- debe trabajar 23 días y no 70 para conseguir el ingreso correspondiente una buena bicicleta.
Para que juzguen ustedes mismos a lo que me refiero con una «gama baja» de hoy, aquí la foto de mi bebé hermosa de 640.000:
La buena noticia es que esto no solo está pasando con bicicletas sino también con tiquetes de avión, celulares, libros, cursos y otras cosas. Recuerdo que por esa época mi papá se ponía feliz si conseguía un tiquete ida y regreso a Bogotá por 450.000 pesos. Le parecían regalados.
La semana pasada fui a Bogotá y volví a Cali por 110.000 en Viva Colombia. Me gasté más en taxis que en avión. En comparación de esfuerzos utilizando salarios medianos, para ganar lo que vale un tiquete ida y regreso ya no toca trabajar 41 días sino 4.
En celulares el efecto es aún más brutal, pues no solo las comunicaciones son prácticamente gratis sino que hoy un estudiante del Sena tiene mejor teléfono que el Presidente de Estados Unidos en 2011.
En materia de educación la cosa es también absurda: los libros son gratis en LibGen y Kahn Academy en español da mejores clases que el Nueva Granada de Bogotá. Si no me creen revísenlo ustedes mismos.
Imaginemos por un momento que un político en 2003 nos hubiera prometido todo esto: educación gratis de altísima calidad, celulares al alcance de todos -mejores que los del Presidente de EE.UU- tiquetes de avión que valen menos que dos taxis al aeropuerto…
La verdad es que nadie le habría creído. Ni por un segundo lo habrían tomado en serio. Lo que sucedió es algo extraordinario que parece inclusive extraño en retrospectiva. Como la ciencia conoce por la causa, la pregunta rigurosa es ¿Qué lo causó? ¿Por qué pasó?
El mérito es de algún gobierno? De un partido? De un arancel? De los impuestos? Lo cierto es que los planeadores centrales con su fatal arrogancia poco tienen que ver en esto. El mérito es de nosotros mismos, de una interacción creadora que coopera flexiblemente y a gran escala.
El espíritu humano logra cosas maravillosas cuando se le permite cooperar en libertad, la evidencia es sencillamente aplastante. También es aplastante la voracidad de quienes quieren torpedear la cooperación para venderse como salvadores.
Desconocer el mecanismo que permitió todo esto o peor aún, despreciarlo, es la más grande opresión que podemos ejercer sobre los menos favorecidos. No necesitamos salvadores, ni proteccionismo. Lo que necesitamos es libertad y el precio de la libertad es su eterna vigilancia.»