Por Julio César Iglesias
La vicepresidenta Francia Márquez, que llegó al gobierno con la imagen de ser una líder ambiental, defensora de sectores históricamente discriminados, en el poder se ha dedicado a contradecir, con sus acciones, las palabras que la impulsaron al cargo.
En agosto de 2021, un año antes de ser electa, Francia trinaba lo siguiente:
Clamaba por implementar, en mayúsculas, las “ACCIONES QUE SEAN NECESARIAS”, para detener el calentamiento global.
Contrasta mucho este trino con sus acciones personales después de electa.
Decidió, por ejemplo, establecer su vivienda a 450 kilómetros de su lugar principal de trabajo, en un corregimiento de Yumbo.
Pocas decisiones personales más agresivas con el medio ambiente, que elegir vivir tan lejos del lugar de trabajo, sobre todo cuando parte de sus desplazamientos se efectúan en un helicóptero Blackhawk, que consume enormes cantidades de combustibles fósiles.
Aunque uno quisiera argumentar que transportarse en ese helicóptero militar es indispensable para la seguridad de la vicepresidenta, difícilmente se puede explicar por qué decidió establecerse a 450 kilómetros de su oficina, lo cual multiplica su consumo personal de combustibles fósiles a niveles estratosféricos.
Clamaba Francia en campaña que había que ejecutar las “ACCIONES QUE SEAN NECESARIAS” para detener el cambio climático, pero ella misma, en su vida personal, es incapaz de tomar una decisión tan sencilla como vivir cerca a su lugar de trabajo.
Al parecer, los sacrificios para detener el cambio climático, deben ser asumidos por otros, a lo mejor por los ciudadanos del común o por las empresas.
La aguerrida líder ambiental, tan radical en sus posturas frente a lo que deben hacer otros, en su vida personal ha decidido depredar al medio ambiente transportándose de forma cotidiana en uno de los aparatos más contaminantes que existen en la Tierra.
No por seguridad, como dicen, sino por frivolidad. ¿O qué razones de seguridad explican que viva a cientos de kilómetros de su oficina, además, en una zona rural?
Este no es un asunto menor, al revés, revela una hipocresía brutal que sí les importa a los ciudadanos, y por tanto es relevante, de ahí que su popularidad en las encuestas se haya desplomado.
Hipocresía que no solo manifiesta Francia en el tema ambiental.
¿O qué decir de su actitud frente a los abusos a los que, al parecer, fue sometida la niñera de Laura Sarabia?
Francia, que ha manifestado con orgullo tantas veces, haber sido empleada doméstica, esta vez ha optado por la tibieza frente a un escándalo que involucra de lleno a una empleada doméstica.
¿Alguien duda del tono de las manifestaciones que habría hecho Francia si este mismo escándalo hubiera ocurrido durante el gobierno de Duque?
Se trata de un método, que no se inventó Francia, pero que ejecuta con maestría: el de la hipocresía para llegar al poder.
Levantar unas banderas en la calle y en la campaña, para luego olvidarse de ellas mientras se disfruta de los palacios, los aviones y helicópteros privados.